En personas que antes de la pandemia no requerían atención profesional, el confinamiento y la crisis económica despertaron emociones como angustia y ansiedad hasta llevarlas a la depresión. Aumentaron las consultas psiquiátricas y los pensamientos suicidas. El consumo de alcohol y las drogas, legales e ilegales, aparecieron como refugio para anestesiar ese sufrimiento