Opinión

Los Pitazos del Director | Nicolás Maduro vive bajo la sospecha de la traición

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Hugo Chávez, desde 1999 a 2012, enfrentó situaciones que pueden ser denominadas como traiciones políticas e incluso de amistad. Luis Miquilena, su mentor político, luego de cumplir prisión en Yare por el golpe de 1992, lo abandonó al inicio de su gestión. En abril de 2002 ocurrió la megatraición de los altos oficiales, quienes por horas lo sacaron del poder. El salto de talanquera en 2007 de su jefe de campaña, Ismael García, y ese mismo año, el cambio de rumbo de su gran amigo, el general Raúl Isaías Baduel, quien si bien fue el principal responsable de su retorno al poder en 2002, dio el puntapié final para que Chávez tuviera su única derrota electoral. La venganza por esa “victoria de mierda” de la oposición, como la llamó entonces el mandatario, aún la sufre el excomandante del Ejército.

Mientras Nicolás Maduro, aunque no ha pasado por un momento tan estresante como ese golpe de Estado frustrado que padeció el expresidente fallecido, vive bajo la sospecha de la traición desde su segundo mes como presidente electo en 2013. Tras siete años en el poder, ahora más autoritario, con un sistema de inteligencia que vigila a los amigos y enemigos seleccionados, la captura de Alex Saab en Cabo Verde, con la posible consecuencia de la extradición a EE. UU., enciende las alarmas de que alrededor de Miraflores ronda alguien que dio a las autoridades estadounidenses la información del viaje del presunto testaferro barranquillero, lo cual significa que existe alguien o varios miembros del entorno conversando con los gringos.

Recordemos algunos de esos casos de traición. Para más detalles pueden dar click a los vínculos internos resaltados en los textos: 

Aquel mayo de 2013, el para ya diputado de la oposición, Ismael García, en rueda de prensa presentó la primera parte de un audio donde se escucha a Mario Silva conversando con un funcionario de la inteligencia cubana. En ese sonido se oye al conductor de La Hojilla advirtiendo sobre las implicaciones de dos figuras esenciales alrededor del recién electo presidente: Cilia Flores, la primera dama; y Diosdado Cabello, el eterno segundo hombre más fuerte del oficialismo. Ese diálogo grabado y difundido, en apariencia solo provocó que Silva recibiera una reprimenda y se quedara sin su programa por un rato. Además, García, quien había ofrecido un segundo capítulo de la historia, fue expuesto como un mentiroso, pues nunca existió segunda parte. En el mejor de los casos, está la sospecha de que él y su informante sufrieron una gran presión para tener que desaparecer ese sonido prometido.

Otras traiciones han ocurrido a lo largo de los años del madurismo, como la de Leamsy Salazar, la de quienes facilitaron la captura en Haití en noviembre de 2015, de los dos sobrinos de Cilia Flores, actualmente presos en EE. UU. por narcotráfico; y la de Rafael Ramírez, el expresidente de Pdvsa, ministro de Petróleo y exembajador de Venezuela en la ONU, quien hoy es uno de sus enemigos políticos. 

Pero quizás la de mayor impacto para Maduro y el oficialismo ocurrió en abril de 2017, pues sucedió en el ejercicio de Luisa Ortega Díaz como fiscal general de la República, quien en medio de las protestas de ese año, se enfrentó al Ejecutivo y a miembros de la Fuerza Armada en defensa de las víctimas de la represión y en la búsqueda de dinamitar el poder del mandatario en su primer periodo de gobierno.

En marzo de 2018, los servicios secretos descubrieron la fragua de un movimiento comandado por tenientes coroneles del Ejército y oficiales medio de la Armada, quienes se preparaban para dar un golpe de Estado, con el cual sacarían a Maduro de Miraflores, nombrarían una junta de gobierno y sustituirían a todo el alto mando militar. El oficialismo acusó entonces al mayor general y exdirector fundador del Sebin, Miguel Rodríguez Torres, de traición a la patria por supuestamente formar parte de este movimiento. El alto oficial en condición de retiro aún sigue preso por participar en esa traición.

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Un evento que se pudo convertir en una gran traición, casi que definitiva, pero del cual aún no conocemos públicamente todos los detalles, se escenificó el 30 de abril de 2019, cuando el general y director del Sebin, Manuel Cristopher Figuera, fue la cara visible de un alzamiento que, según el mismo oficial de absoluta confianza del madurismo, involucraba al presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno; al ministro de la Defensa, general en jefe Vladimir Padrino López; al jefe de la Casa Militar y de la Dgcim, Iván Hernández Dalá; y al empresario y propietario de Globovision, Raúl Gorrín. Pero para algunos sectores, ese fue un presunto alzamiento, preparado por los señalados y los cubanos, para afectar a la oposición y acusar a Juan Guaidó y Leopoldo López de golpistas. 

Lo cierto es que, pese al grado de la presunta traición, ninguno de los señalados por Figuera fue detenido. El presidente del TSJ, el ministro de la Defensa y el director de la Dgcim siguen en sus cargos, como si nada hubiera pasado. 

Ahora llegamos a junio de 2020, cuando en medio de la pandemia, los problemas para aumentar la producción petrolera y resolver el suministro de gasolina, Maduro se alista con todo para una elección parlamentaria en la cual necesitará muchas cajas y bolsas Clap y demasiado dinero para su campaña electoral en medio de la cuarentena. En esta andaba el inquilino de Miraflores, cuando las autoridades de Cabo Verde detuvieron a su hombre clave, Alex Saab, gracias, según fuentes de El Pitazo, a que las autoridades de EE. UU. sabían desde hace tres semanas del viaje del presunto testaferro a Irán.

El jueves, el exgobernador de Aragua, Carlos Tablante, publicó un tuit en el cual alertaba que “Maduro buscaba al delator de Alex Saab”. El dirigente político, hoy radicado en España tras ser perseguido por el madurismo, dijo que el ministro de Finanzas, Simón Zerpa, había sido detenido en medio de esta investigación. El responsable de la política económica -si es que existe- negó esa versión. Incluso, otras fuentes dijeron que lo investigan por un negocio que hizo cuando era directivo de Pdvsa en la gestión del fallecido Nelson Martínez. En la misma nota citada, Tablante adelantó que el próximo a ser interrogado sería precisamente el director de la Dgcim, Hernández Dalá.

Más allá de si acertaron o fallaron las fuentes de Tablante, lo cierto es que los gobiernos autoritarios, que han perdido la legitimidad de origen y de ejecución debido a la crisis social y económica, como es el caso de Nicolás Maduro, estarán siempre bajo la tenebrosa sospecha de la traición. 

En el caso de Maduro, el sistema de inteligencia y represión, los confusos incentivos de la oposición, los castigos ofrecidos por las autoridades de EE. UU. y, en cambio, el sistema de recompensa que da el oficialismo a los miembros de la coalición dominante, son muros de contención para la traición. 

Pero siempre quedan fisuras para quienes piensan en una transición, bien sea para lograr un mayor autoritarismo con más beneficios para la clase dominante o la apertura de un proceso democrático que logre la reconciliación de un país y, de esa forma, dar rienda sueltas a las libertades económicas, la prosperidad y a la mayor suma de felicidad posible para los ciudadanos. Ya veremos.

César Batiz es periodista egresado de la Universidad del Zulia, especializado en Periodismo de Investigación. Director de El Pitazo. @CBatiz

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