Del desgaste a la extenuación del personal de salud

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Por: Karina Monsalve

Son tiempos de desgaste emocional, de cansancio físico y mental por las circunstancias actuales. Sin duda ha habido un aumento creciente de estrés laboral en general y de estrés laboral del personal de salud de nuestro país. Una consecuencia de ello ha sido el incremento del burnout o desgaste profesional médico. En Venezuela no se cuenta con registros oficiales sobre el fenómeno. Aunque las tasas de desgaste profesional pueden variar en función de contextos organizacionales y poblaciones específicas, todos los datos indican que actualmente hay tasas altas de prevalencia en la población médica venezolana. Las consecuencias de este síndrome son amplias e importantes y afectan a la salud mental, a la salud física, a la calidad de vida y a la eficacia profesional del personal de salud en general.

El síndrome de desgaste profesional o burnout es un estado de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas. Se maneja el dato que afecta a nivel mundial a más de 100.000.000 personas en edad productiva. 

El instrumento más importante en el cuidado de la salud de la población son los mismos profesionales de la salud, de allí la relevancia de colocar sobre el tapete, la necesidad de analizar la situación actual que padecen nuestros médicos y enfermeras, sobre manera con la llegada de la pandemia. Los riesgos laborales que han asumido, el estrés laboral por el contagio y los pocos o nulos insumos que tienen para paliar esta situación, contribuyen a generar un estado emocional de desgaste crónico  y agotamiento profesional.

Las  deterioradas condiciones de trabajo de los profesionales de la salud, influyen directamente y de manera significativa en la disposición anímica del profesional, en la calidad del trabajo, y en la calidad del servicio y atención que se presta. 

De acuerdo con la la Organización Panamericana de la Salud (OPS), ningún otro grupo de la sociedad ha sentido el impacto de la pandemia más agudamente que los mismos hombres y mujeres que componen la fuerza laboral de salud. El burnout se ha manifestado en esta población en decaimiento físico, emocional y mental, caracterizado por cansancio permanente, sentimiento de desamparo, vacío emocional, depresión y desesperanza. 


El instrumento más importante en el cuidado de la salud de la población son los mismos profesionales de la salud, de allí la relevancia de colocar sobre el tapete, la necesidad de analizar la situación actual que padecen nuestros médicos y enfermeras, sobre manera con la llegada de la pandemia

Karina Monsalve

Así mismo, estos profesionales experimentan otro factor de estrés adicional como lo es la estigmatización por trabajar con pacientes con COVID-19 y el miedo al posible contagio de familiares y amigos.

Sin duda alguna el costo humano de esta pandemia ha sido alto para los profesionales de la salud y más aún en nuestro país. Léase el artículo especial de investigación de El Pitazo, donde los expertos señalan que Venezuela se queda sin médicos por el COVID-19. Las cifras son alarmantes, 207 médicos fallecidos y 67 profesionales de la salud, siendo esta tasa de mortalidad la más alta de Latinoamérica. 

Entre las principales consecuencias del síndrome de burnout en el personal sanitario se encuentran: 

a) Síntomas físicos: dolores de cabeza constantes, trastornos gastrointestinales, taquicardias, entre otros.

b) Síntomas  psicológicos: ansiedad, depresión, agresividad, hostilidad.

c) Problemas conductuales que están relacionados directamente con el ausentismo laboral, retrasos, deterioro en la calidad de la atención médica, percepción de baja eficacia en el trabajo.

Estas consecuencias nos lleva a plantearnos la necesidad de controlar aquellos factores de riesgo que de alguna manera refuerzan el síndrome en este personal, tales como: trabajar horas extras sin descanso, jornadas laborales prolongadas, expectativas erróneas sobre el esfuerzo realizado y su reconocimiento, contacto continuo con el sufrimiento del otro, atención a un alto número de pacientes a los que debe atender, falta de apoyo familiar, entre otros.

Esta situación plantea la necesidad de desarrollar programas de prevención e intervención que ayuden a controlar y paliar tales efectos y garantizar así las condiciones físicas, ambientales,  emocionales y psicológicas de este personal. Además de tener personal especializado para el diagnóstico y tratamiento de los individuos afectados.


KARINA MONSALVE | @karinakarinammq

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.