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Periodista falconiano: «Como empleado público no podía costear mi hospitalización»

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Coro.- Reyes Segundo Quintero, periodista y sobreviviente del COVID-19, relató desde su cama en el Hospital Dr. Alfredo Van Grieken de Coro, estado Falcón, cómo sobrevivió al COVID-19 desde que su neumonóloga le confió que su caso era de hospitalización debido a sus niveles de saturación de oxígeno, que comprometían el funcionamiento de sus pulmones, hasta probar en primera persona cómo muchos enfermos con el virus hacen magia para poder costear un tratamiento básico que cuesta alrededor de  $ 1.500.

El periodista y empleado público, quien ejerce funciones en la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (Unefm), comprobó en primera persona la mística y corazón que le imprime a su trabajo el escaso personal médico, de enfermeras, camilleros y camareras mientras critica la propaganda del gobierno de Nicolás Maduro sobre la entrega de tratamientos gratuitos y de centros de salud dotados, cuando la realidad es completamente diferente.

Reyes Segundo Quintero relató que en el hospital de Coro los enfermos de COVID-19 mueren de mengua sin poder saber el estado real de sus pulmones porque el tomógrafo está inservible, como también lo están los aires acondicionados de la sala de observación de hombres.

Su relato en primera persona

En su relato, titulado «Mi experiencia con el COVID-19», Reyes Quintero escribió en detalle lo vivido durante su convalecencia:

Lo primero que hay que decir es que los seres humanos tenemos la tendencia a creernos inmunes a la enfermedad. Creemos vanamente que «a mí no me va a dar» y nos equivocamos. A todos nos va a tocar, en mayor o menor medida, pero tengámoslo por seguro que a todos nos llegará. Algunos incluso no se darán cuenta de que la padecen o la han padecido, los asintomáticos, pero mientras no se desarrolle una vacuna certificada, lo seguro es que todos estaremos expuestos.

Lo segundo: el COVID-19 es un virus extremadamente impredecible. En mi caso, por lo menos, desde que me comenzaron los primeros síntomas: una tos seca, hasta que tomé finalmente la decisión de internarme, pasaron apenas seis días y cuando llegué a las puertas del hospital apenas daba unos pocos pasos y sentía el cansancio y fatiga como de quien ha corrido unos 10 kilómetros.

Lo suyo es de hospitalización

El lunes 16 de noviembre, día en que fui a consulta con la neumonóloga, fue un día terrible. Con los datos en la mano, placa de rayos X y porcentaje de saturación de oxígeno bajo en los pulmones, la especialista me dijo: «Lo suyo es de hospitalización».

Tiene comprometido 70 por ciento de un pulmón y el otro 50 por ciento, y la saturación de oxígeno es de 86 por ciento. Amigo, lo suyo es de hospitalización para ya». Confieso que cuando me dijo eso me derrumbé, vi a Virginia, mi esposa, al lado, y casi se me salieron las lágrimas; imagino mi cara en ese momento.

¡Hospitalizar, Dios! ¿En una clínica? Soy trabajador universitario y en estos trágicos más de 20 años, el Gobierno nacional se propuso y logró con creces destruir uno de los sistemas más sólidos de seguridad asistencial que existían en el país, como lo era el sistema de resguardo de salud de los universitarios. Pensar en ir a una clínica era para mí una utopía de las más tristes. Solo con darme los buenos días a las puertas de la emergencia de cualquier clínica en Coro se me iba la poca cobertura que me pudiera aportar el Fondo Mutual de la universidad. Como empleado público, no podía costear un centro de salud privado.

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La otra alternativa: el hospital o algún centro centinela del sistema público. ¡Diooosssss! Con la fama de estos centros asistenciales. Le pregunto a la doctora si puedo hacerme el tratamiento en casa, y me responde tajante: «El problema es el oxígeno. Tú vas a necesitar oxígeno y en tu casa no vas a tener esa garantía; además necesitas comenzar el tratamiento y la mayor parte es endovenoso». 

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Ese diálogo con la doctora ocurrió en la mañana de ese lunes. A las 6:00 pm ya estaba entrando al hospital universitario de Coro, Dr. Alfredo Van Grieken, y fue la mejor decisión que pude haber tomado. 

Mucha mística y poca gestión

No soy médico ni mucho menos, pero considero que el oxígeno fue vital en mi recuperación. Desde que ingresé, el lunes 16 de noviembre a las 6:00 pm, hasta el miércoles 18 de noviembre, aproximadamente a las 9:00 am, cuando me transfirieron a la sala de observación de hombres, la mascarilla de oxígeno fue mi más fiel acompañante. Estar en el hospital no fue una experiencia tan traumática como en un principio me lo imaginé, pero más por el corazón y la mística que le pone el escaso personal médico, de enfermeras, camilleros y camareras que allí presta servicio.

A veces solo una enfermera era la que acudía a la guardia y tenía que ingeniárselas para asistir a la cantidad de pacientes que en ese momento estaban hospitalizados, que en el caso solo de la sala de observación de hombres, para el momento que yo estuve allí, éramos siete pacientes.  Un día la enfermera que me atendía me confesó: «Señor, yo no pensaba venir hoy a la guardia, pero vine porque este es mi trabajo y no quise dejar esto solo; imagínese, a esta hora mi hija está en casa sin nada que comer y eso no es fácil. Uno hace esto porque le gusta, porque por el miserable sueldo que pagan no es. Yo tengo que ayudarme limpiando casas, porque si no, mi hija se muere de hambre». Ese día la enfermera estuvo sola, íngrima, en la guardia.

Lo otro es el tratamiento. El gobierno en infinidad de propagandas se llena la boca hablando de que ha controlado el COVID. Ponen a supuestos enfermos recuperados a decir que se recuperaron gracias a que Maduro y el Gobierno les cubrieron el tratamiento.

Lo cierto es que quien no cuenta con recursos propios o con el apoyo de instituciones, como en mi caso el Colegio Nacional de Periodistas y muchos amigos que se movilizaron y me apoyaron, no puede cubrir el tratamiento, que resulta sumamente costoso. El retroviral, en mi caso Remdesivir, en lo mínimo que se consiguió fue en $140, y en mi caso tenía que inyectarme cinco. Sin contar el resto de los medicamentos, Clexane, antibióticos, entre otros. Un tratamiento completo gira alrededor de los $1.500 o más dólares, que no cualquiera los tiene a mano.

Para ser totalmente honestos con la verdad, el secretario de salud del Ejecutivo regional, a instancias de la secretaria general del CNP Falcón, me visitó en el hospital y me donó varios Clexane y varios antibióticos, cosa que por supuesto le agradezco. Otro día, la Secretaria de Salud nos dio el Clexane a varios de los ingresados. Pero, señores del Gobierno, no se trata de ayudar a Reyes Segundo Quintero porque es periodista y tiene un gremio detrás que lo respalde. Se trata de que así como gastan dinero inútil en una campaña electoral para montar un fraude, así como gastan dinero comprando espacios radiales, televisivos; así como gastan dinero para arrastrar gente a mítines, y así como dirigentes nacionales gastan dinero en vuelos chárter privados para venir a Coro o a otras partes del país a amenazar con quitarle la comida a la gente si no vota, ese dinero lo deberían invertir en los que desafortunadamente no cuentan con el apoyo y los recursos para sufragar dicho tratamiento.

Lo otro que merece un aparte es lo del tomógrafo. A todos los enfermos de COVID-19 les mandan a hacer una tomografía de tórax, que en la única clínica que en este momento la hace cuesta $220, mientras el tomógrafo del hospital no está operativo.

En fin, una gestión de salud que solo se ve en la propaganda oficial, porque en la realidad, la salud en Falcón está privatizada.

La solidaridad se agradece

Reyes Segundo Quintero agradeció a sus familiares, amigos, colegas, y hasta a desconocidos que lo ayudaron a superar la enfermedad.

Dijo: «El COVID-19 me afianzó en mi convicción de la gran solidaridad del venezolano y sobre todo del falconiano. Somos un pueblo solidario al mil por ciento y eso me hizo sentir la gran cantidad de amigos, conocidos y allegados que se unieron a orar por mi salud o brindar su solidario apoyo con desprendimiento. Para todos mi infinito agradecimiento.

Antes de finalizar su relato, Reyes Segundo Quintero reiteró su agradecimiento al personal de salud del Hospital de Coro, porque «ellos son los verdaderos héroes» de esta historia, en la cual todas las personas están expuestas a contraer el virus pandémico que sigue cobrando vidas en todo el mundo.

Lisbeth Barboza Ruiz
Publicado por
Lisbeth Barboza Ruiz

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