Los Llanos

Hace dos años el apagón nacional se robó los sueños de María José

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San Juan de los Morros.- El dolor no se borra. Recordar las llamas en el cuerpo de su hija María José, aquella noche del 30 de marzo de 2019, en medio de un apagón nacional, es revivir el calvario de casi siete meses en cinco hospitales de una Venezuela convulsionada.

Hoy se cumplen dos años de la explosión de un mechuzo en Altagracia de Orituco, municipio Monagas del estado Guárico. El inicio de un capítulo de terror que acabó con la vida y los sueños de la joven de 18 años, María José Arias Pérez.

No es fácil recordar para la madre de María José, María Esther Pérez, a quien acompaña un dolor que acompasa con fortaleza y la fe de Dios. «Si las condiciones hospitalarias de nuestro país hubiesen sido las ídoneas, otra sería la historia», se lamenta Pérez.

La mezcla de gasolina con el gasoil de una lámpara artesanal (mechuzo o mechero), de forma accidental, generó el estallido en el que madre e hija, del sector Paural II, en Altagracia de Orituco, resultaron afectadas con quemaduras de segundo y tercer grado. «Mi reacción cuando vi que mi hija se quemaba fue abrazarla; como pude le quité la ropa y ayudé a apagar el fuego», contó Pérez.

Calvario hospitalario

El Hospital José Francisco Torrealba, en la localidad gracitana, no contaba con las mínimas condiciones para atender a pacientes con heridas de quemadura. Sin embargo, Arias y Pérez pasaron la noche allí y el 31 de marzo fueron llevadas al Hospital Israel Ranuárez Balza, de San Juan de los Morros.

Pese a las limitaciones, madre e hija fueron ingresadas en el referido centro de salud sanjuanero. Eran días congestionados en el país, una tranca en protesta por los cortes eléctricos impidió que las trasladaran al Centro Médico de Maracay y luego el colapso del Hospital Domingo Luciani en Caracas, las mantuvo en el Ranuárez Balza.

María José recibió sus primeras curas quirúrgicas en el Hospital Israel Ranuárez Balza de San Juan de los Morros | Foto: Pedro Izzo

En el principal hospital de la capital guariqueña, María Esther y María José recibieron las primeras atenciones y curas quirúrgicas. Pero el riesgo de contraer una bacteria estaba latente en María José, quien requería un hospital que cumpliera con mejores condiciones para atender las quemaduras de segundo grado que se extendieron en 40 % de su cuerpo, entre espalda, brazos, glúteos y piernas.

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Unas semanas después, Arias fue traslada desde San Juan hasta el Hospital Luis Razetti de Barcelona, estado Anzoátegui, donde le realizaron los primeros injertos y contó con la buena atención de médicos y enfermeros, pero la realidad del centro de salud no era distinta: escasez de suministros médicos y material quirúrgico, entre otras carencias.

Burkholderia cepacea

Luego de cuatro meses de lucha, el 12 de agosto, la salud de María José agravó debido a la infección producida por la bacteria Burkholderia cepacea, que atacó su organismo y la debilitó. Sin embargo, su hermana Nazaret gestionó un tercer traslado a la capital del país para que le practicaran nuevos estudios médicos.

«Estuvimos un día en el Clínico Universitario, porque no estaba en condiciones para atenderla y de allí fuimos al Hospital Jesús Yerena de Lídice», cuenta Pérez. Agregó que el último hospital al que acudieron fue el Coromoto de Maracaibo, estado Zulia, donde se encuentra el Centro de Atención Integral para el Quemado.

Pérez recuerda que cuando llegaron al Coromoto, ya el estado de su hija era crítico y la bacteria no cedió a los antibióticos. «Los médicos hicieron todo lo que estaba en sus manos para salvarle la vida, pero les fue imposible. Mi hija falleció el 22 de octubre», lamentó.

Al mismo tiempo, Pérez cuestionó al sistema hospitalario y no precisamente por el recurso humano, sino por la falta de políticas públicas que garanticen el derecho fundamental de la vida. «Es triste conocer que hay gente en nuestros hospitales que muere de mengua por falta de medicamento, de material para una cura. De nada sirve tener buenos médicos si ellos no cuentan con los recursos necesarios para dar su mayor rendimiento y atender al paciente que lo necesita», aseveró.

Gratitud

La madre de María José y su hermana Nazaret no estuvieron solas en la batalla por preservar la vida de la joven de 18 años. «Hay muchas personas a las que tengo que agradecer, porque en esos meses, a pesar de la tragedia, descubrí el cariño que muchos sentían por mí y por mi hija», cuenta entre lágrimas, vía telefónica, María Esther, quien agradeció especialmente el apoyo del Instituto de la Caridad Universal (ICU) de Venezuela.

Viva en su memoria

El 22 de octubre de 2019, María José Arias perdió la vida, luego de luchar contra las dificultades, propias y ajenas, como consecuencia de un apagón nacional en un país abrumado por una compleja crisis humanitaria. En fin, hoy María José está en la memoria viva de su madre, su hermana y quienes la amaron en 18 años plenos y llenos de vida.

«Era una niña introvertida, de carácter dócil y muy cariñosa, amante de las danzas tradicionales, creativa, le encantaba dibujar. Su sueño era ser diseñadora de modas, pero papá Dios la necesitaba a su lado y la convirtió en un hermoso ángel», así la recuerda hoy su madre, quien aprende a vivir con el dolor de su ausencia.

Pedro Izzo
Publicado por
Pedro Izzo

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